Desmitificando a Emma Goldman

No es el caso de todas las obras sobre el anarquismo que tengo a mano, pero en varias de ellas parece que las mujeres, incluida por supuesto Emma Goldman, quedan fuera de foco, como si tal doctrina fuese, como el soberano, cosa de hombres: Una ojeada rápida a la obra clásica de James Joll, el pequeño léxico filosófico de Daniel Colson, o la consulta de otros libros que tengo a mano como Les @narchistes de Pierre Michel en el que asoma su nombre una sola vez, catalogada como militante americana, junto a los nombres de algunos periodistas, relacionándolos con la guerra de España, ni en el Ni Dieu ni Maître de Daniel Guérin, ausente igualmente en dos breves antologías en francés (una de Textuel, L´anarchisme dans les textes de Irène Pereira, la otra de Librio: Ni Dieu ni maître! De Christophe Verselle), en fin :…¡cosas!

Ahora tengo en las manos una obra dedicada a la lituana (Kaunas, 1869- Toronto, 1940), quizá junto a Louise Michel la más célebre militante y teórica anarquista: «Emma Goldman. La unión apasionada de pensamiento vida» de Laura Vicente y Agustín Comotto, editado por Calumnia Edicions; los textos son de la profesora y especialista en historia de las mujeres, y las ilustraciones de Comotto, desde la misma portada hasta el final con seis significativas imágenes intercaladas, a página entera, que podría decirse que hablan por sí solas, obviamente en compañía del verbo de Laura Vicente, una complementariedad que es un verdadero primor de edición, y no hablo solamente de la presentación. No falto a la verdad si digo que lo breve si bueno… que en esta caso se cumple a las mil maravillas.

La vida y el compromiso de esta mujer, en una unión indisoluble, quedan claramente expuestos desde las primeras líneas, del mismo modo que se ve que Goldman no se guiaba por un catecismo inflexible o dogmático, sino que su carácter y sus ideas podían variar, y rectificarse, según las circunstancias, más teniendo en cuenta su consideración acerca de la pluralidad del sujeto, compuesto de varias madejas, esta pluralidad que exigía la reforma de sí misma en la medida que esto supondría dedicarse más plenamente a los demás. Las miradas que acerca de ella se han publicado habitualmente han puesto el acento, en exclusiva, en el terreno de la teoría, considerando que sus ideas no eran más que mera repetición de las enseñanzas de Bakunin y Kropotkin, olvidando otros aspectos esenciales en su manera de encarar la existencia, el cuerpo, el placer, los afectos y los modos de vivir, terreno que comenzaba por sí misma; y obviando también que ella bebía de otras fuentes filosóficas, que hibridaba con las ideas de algunas corrientes radicales americanas: Henry David Thoreau, Walt Whitman y Emerson y su trascendentalismo. Precisamente esta obra es un intento, logrado, en subsanar esta mirada parcial. Vida ajetreada, de huidas y detenciones, la de esta mujer judía, exiliada y abiertamente anarquista, y de esperanzas frustradas como le supuso la revolución de Octubre y su autoritarismo como moneda corriente, que quedó plasmado de manera paradigmática en al aplastamiento de los rebeldes de Kronstadt. Motivo por el que ella y su marido escaparon a Lituania, de donde fueron expulsados a Suecia y de allá a Berlín; otra desesperanza vendría tiempo después al ver la derrota del pueblo y su revolución en la guerra civil del 36, a donde había ido por invitación de la CNT. Si he señalado que huyeron a Lituania, con anterioridad había sido expatriada a Estados Unidos, en donde se unió con Alexander Berkman, militante anarquista, hasta que éste fue detenido lo que llevó a Goldman a unirse con otro compañero, Ed Brady con quien -según confesaba- aprendió lo que era el sexo. En Nueva York fue detenida y encarcelada a causa de un discurso, explicando el uso de los anticonceptivos, y por la difusión de sus posturas sobre el control de la natalidad, dedicándose a promover la educación sexual, proponiendo una maternidad consciente; « la cárcel me había ayudado a descubrir mi propia fuerza, la fuerza para permanecer sola, la fuerza para vivir mi vida y luchar por mis ideales, contra el muno entero si fuera necesario». Austria, vuelta a Estados Unidos en donde gira propagando las ideas libertarias, en tiempos en que la propagación de las ideas anarquistas había sido prohibidas por la ley. Cuando su compañero, Berkman salió de prisión volvieron a unirse, acabando ambos dos expulsados del país de las barras y estrellas, junto a ciento cuarenta y siete revolucionarios más. Luego en 1920 es cuando fueron a Rusia en donde tomó contacto con Gorki, Lenin y Kropotkin. A raíz de tal experiencia mostró sus críticas en una obra al respecto, al tiempo, que, instalados en Saint Tropez, comenzó la escritura de su autobiografía. En 1940, falleció en Toronto de una congestión cerebral…allá a Canadá había marchado con el fin de recabar fondos para los exiliados de la guerra de España, muriendo con las botas puestas organizando una campaña de apoyo y solidaridad con unos compañeros italianos detenidos.

El libro está ordenado en diferentes capítulos que exponen los aspectos esenciales de la vida y las ideas de Emma Goldman: desde el primero que lda título al libro, Vivir como se piensaPensar como se viveIndividualismoEstado, FeminismoRevolución, cerrando la travesía con Concluyendo. A modo de sucesivos flashes se va dando una visión general de la mujer analizada y sus posicionamientos con respecto a las cuestiones nombradas. Se le puede ver, además de defendiendo algunas de las ideas expuestas más arriba y viviendo en medio de varias tormentas, defendiendo la centralidad del individuo y la necesidad de ampliar sus cotas de libertad, su idea del Estado como maquinaria de defensa de unos intereses bien definidos, y un favoritismo sin medida al que había que limitar, de donde sus rotundas críticas con respecto a la participación de algunas celebridades anarquistas en las tareas de gobierno como Federica Montseny y algún otro, una decidida apuesta por el antimilitarismo (postura que no gustó a las autoridades que prohibieron la revista en la que exponía sus ideas); deja clara su posturas con respecto a los derechos femeninos, reclamando la autonomía de las féminas e incidiendo en los ineludibles lazos entre género y clase social, opresión, la femenina, que no se solucionan con el derecho a ejercer el voto y el acceso al trabajo, con respecto a la revolución subraya la importancia de poner todos los medios para evitar en la medida de lo posible el ejercicio de la violencia a la vez que se pronuncia con rotundidad contra el autoritarismo de los bolcheviques, aplicando el jesuítico el fin justifica los medios, que llevaron las ansias revolucionarias al fracaso, imponiendo la pasividad y la obediencia, el antídoto residiría en la ampliación de la libertad, el mantener vivas las llamas de la revuelta en las masas y en fomentar el apoyo mutuo, «el genio creativo del pueblo, de la cooperación entre el proletariado intelectual y manual. El interés común es la máxima de todo empeño revolucionario»…sus críticas, teñidas de llamadas a tener en cuenta las emociones y a sostener la relevancia de la ética, eran consideradas por la nomenklatura como puro sentimentalismo burgués.

Su espíritu libertario se deja ver en sus relaciones afectivas, además de incluir los sentimientos como algo a tener en cuenta del mismo modo que reivindicando lo privado como algo público y no solamente como un asunto individual, con abierta preocupación por las microprácticas aplicadas a todos los aspectos de la existencia…El espíritu anarquista debía de empapar las diferentes esferas de la actividad humana: así, la educación, la actividad cultural, los medios de comunicación, la salud, la sexualidad, el bienestar social y la producción económicas.

Laura Vicente y Agustín Comotto reivindican una Emma Goldman que, como queda señalado, ampliaba la necesidad de que el anarquismo se extendiese al tejido social todo. La obra supone así un ejemplo de la combinación de la concisión con una clara capacidad a la hora de poner de relieve los aspectos más relevantes de la vida y pensamiento , y viceversa, de esa mujer que respondía al nombre de Emma Goldman y que fue un torbellino de vitalidad y compromiso, disfrutando de las cosas pequeñas, y grandes, de la vida e intentado que tal actitud se extendiese a los demás.

Por Iñaki Urdanibia para Kaosenlared

Simone de Beauvoir

El 9 de enero de 1908 nacía en París, en el seno de una familia de clase media, una de las pensadoras y escritoras más relevantes del siglo XX: Simone de Beauvoir (1908-1986). Desde el principio, fue voluntad de los padres que Simone se convirtiera en profesora, y, en este sentido, fue férreamente educada en una escuela católica, mientras en casa recibía una formación de aires conservadores: nada escapaba de la estrecha vigilancia de los progenitores, de los goznes previstos en el hogar, y cualquier salida de tono, por mínima que fuera, era catalogada como una suerte de desacato a la autoridad y al orden debido. El temor de Dios era la máxima a seguir.

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Sin embargo, esta aventajada y muy espabilada niña pierde la fe a los doce años, cuando comienza a rebelarse en casa frente a los dictados que le habían sido impuestos. Su constatación era clara: el movimiento de la vida, el vigor y fuerza con que la existencia se desarrolla, no tienen nada que ver con la enteca y asfixiante moral cristiana en que la joven Simone había sido educada. Desde muy temprano comienza a destacar entre sus compañeras por su avidez intelectual, que la hace ocupar siempre los primeros puestos en calificaciones, mientras no deja de soliviantar a sus padres explicándoles que la moral cristiana no es más que una manera de esclavizar la natural libertad del ser humano.

El estigma de la religión la persiguió durante toda su vida. Es de reseñar que, en España, su obra filosófico-histórica cumbre, El segundo sexo (1949), fue señalada y vilipendiada por el régimen dictatorial franquista (para cuyas autoridades el libro representaba una clara amenaza para las conciencias por su contenido subversivo); una opinión compartida por el Vaticano, que no dudó en incluir el escrito de Simone en el «Índice de libros prohibidos». LEER MÁS.

EL VUELO DE LA LECHUZA

El teatro de Ibsen y los anarquistas

 Henrik Ibsen está considerado uno de los autores más influyentes en la dramaturgia contemporánea, uno de los padres del drama realista y del teatro simbólico; sus obras, todavía hoy, siguen representándose y llenando salas de teatro, por lo que es justo reivindicar a los primeros que supieran ver la hondura de sus transgresores dramas sociales.

El dramaturgo y poeta noruego, antes de que se pusiera de moda en España, ya fue apreciado por lo anarquistas debido a que encontraban en su obra muchos elementos con los que se identificaban. En la imprescindible obra de Lily Litvak, Musa libertaria, se afirma que los ácratas consideraron el teatro, como parte del arte y la cultura, como portador de mensajes y un medio para comunicarse directamente con el pueblo. Esta consideración del teatro como un instrumento social y transformador, expresión crítica de la realidad y capaz de resolver sus problemas, llevaría al pueblo a una identificación con la escena que jamás alcanzaría una intensidad mayor que con los anarquistas.

Si el teatro poseía ya una base popular, los libertarios se esforzaron en ampliarla. Buscando siempre un público entre la clase oprimida que se identificara con las reivindicaciones mostradas, las representaciones se acompañaban de todo tipo de actividades paralelas en las que se pudiera interactuar, y convertir así el teatro en jornadas dinámicas y recíprocas: publicaciones, conferencias, discusiones, música… Estas actividades recogían la idea del teatro del anarquista francés Jean Grave, el cual apostaba por grupos creadores libremente asociados, que darían lugar a una estética libertaria enfrentada a las representaciones profesionales y comerciales. Esta visión de Grave es, a su vez, deudora de sus maestros Kropotkin, y su consideración de agrupaciones creadoras, y Wagner. Se dieron también numerosos trabajos de estética y sociología teatral, bibliotecas que publicaban obras teóricas y ediciones baratas de autores como Ibsen, así como publicaciones especializadas casi de forma exclusiva en el teatro.

Una de estas publicaciones fue Avenir, cuyo primer número apareció en marzo de 1905, dirigida por Felip Cortiella. Años antes, Cortiella había fundado un grupo teatral en Barcelona, que representó Casa de muñecas en castellano y por primera vez en España. A pesar de la indiferencia de la clase media, los obreros la aclamaron con entusiasmo. Como subraya Litvak, esta introducción de Ibsen en España se produjo antes de la labor ibseniana del dramaturgo y empresario Adrià Gual en el Teatro Intim y, como hemos dicho anteriormente, antes de que el autor noruego estuviera de moda. Por ello, hay que decir que el anarquista Cortiella es el auténtico promotor de Henrik Ibsen como dramaturgo social. En 1903, Cortiella, junto a sus compañeros Joan Casanova y Pere Ferrets, funda el Centro Fraternal de Cultura, en el que se reunía lo más avanzado del movimiento obrero. Se organizaban jornadas musicales, conferencias científicas y artísticas, representaciones teatrales, se creaban grupos de afinidad con las consecuentes excursiones, y se formó una importante biblioteca en la que se prestaban libros a los trabajadores.

El Centro Fraternal de Cultura tenía como objetivo primordial la formación cultural, y la propaganda ideológica era una lógica consecuencia de ello. Precisamente, uno de los nombres de las agrupaciones teatrales creadas en este movimiento obrero y cultural de carácter libertario recibió el nombre de Ibsen. De uno de sus fundadores, Albano Rosell, son las palabras según las cuales la idea era hacer «un teatro nuestro de ideas, de vibración social, de combate y de lucha». La agrupación Ibsen comenzó su actividad con la representación de una obra del autor noruego, Espectres. Naturalmente, a todas estas personas, junto a las inquietudes culturales y formación de los obreros, les preocupaba igualmente la educación de la infancia. Es el caso de Rosell, el cual combinaba sus actividades teatrales con su labor de profesor en la Escuela Moderna de Ferrer, haciéndose cargo en 1904 de la Escuela Moderna de Mogat, fundando en 1906, en Sabadell, la Escuela Integral y la revista Cultura. Entre su numerosa obra escrita, destaca El teatro y la infancia, en la que considera el teatro como uno de los mejores medios, además de divulgación artística, de propaganda, de crítica y de orientación ética y filosófica para los chavales; del mismo modo, lamenta en este texto teórico la mercantilización de la actividad teatral y se esfuerza en liberarlo de toda especulación empresarial.

Por lo tanto, entre los autores preferidos por los anarquistas, con obras que reflejaran los problemas sociales y modernos, estaba Ibsen y, en concreto, su obra Un enemigo del pueblo. Hay que decir que, a pesar de ser el anarquismo una de las corrientes decimonónicas del socialismo, si esta obra gustó a los libertarios fue por su defensa del individuo, el cual desea realizarse plenamente al margen de toda coacción social. Estamos hablando de unas ideas que extienden su concepción de la libertad a lo social, por supuesto, pero siempre sin imposición alguna, y esa defensa conjunta del individuo y de la justicia social resulta encomiable. Muy importante resulta esta cuestión para recordar a los que quieran reducir a Ibsen a una mera lectura liberal. Un enemigo del pueblo se estrena en 1893 por parte de la compañía Tatau en el Novedades de Barcelona, un hecho considerado crucial para el nacimiento del teatro obrero. Frente a la extrañeza de la prensa burguesa del éxito de esta obra entre los trabajadores, en la que el protagonista arremete contra el populacho y cuestiona el sufragio universal, la crítica de El productor vendría a poner las cosas en su sitio publicando la siguiente reseña:

 Ibsen es el Hércules que arremete decidido contra todas las farsas, todos los convencionalismos, todos los bastardos intereses, levantando sobre tanta ruina el mundo nuevo, con su moral y justicia y ciencia positivas.

Se denuncia así la visión burguesa, interesada y reduccionista, y se alaba al autor noruego con su filosofía, su ciencia y su calidad escénica, la sencillez y naturalidad de su dramaturgia, y la justeza y realismo de sus protagonistas, «porque son reales, y son simbólicos, porque cada tipo representa toda una clase, toda una institución». Se critica, en definitiva, «el arte por el arte» y se reclama un mayor horizonte para la representación teatral, tal y como realiza Ibsen, con el que los anarquistas se identificaron plenamente:

Todo cuanto los anarquistas hemos dicho, aparece en la obra, a veces con una sola y elocuentísima frase… Por eso resultó la producción para nosotros un verdadero acontecimiento, un acto de los nuestros, con la gran cualidad de revestirse con la más bella envoltura artística… así acuden los trabajadores al Novedades a sostener la obra con sus aplausos contra el significativo mutismo.

Las representaciones siguientes de Un enemigo del pueblo, por parte de otras compañias, serían siempre una acontecimiento para la clase obrera. Incluso en Madrid, y a pesar de alteraciones en la obra original y la indiferencia entre la clase media, fue siempre apoyada por los trabajadores. En La Idea libre, otra publicación ácrata, se publicó un artículo llamado «El anarquismo en el teatro», en el que se mencionaba a Ibsen como prueba de que grandes autores se acercan, de forma consciente o inconsciente, al ideal ácrata.

Junto a Un enemigo del pueblo, no dejaron de tener éxito entre los obreros otras obras del noruego como RosmersholmSpectres y la propia Casa de muñecas. Esta obra fue representada por Cortiella en el Teatro Circo Español con el título de Nora (nombre de la protagonista), y a la entrada se regalaba al público un número de Teatro social, con el retrato y la biografía de Ibsen, un estudio del drama y un artículo sobre el teatro y los anarquistas. Todo eran encomiables y productivos esfuerzos por poner el medio al servicio de la emancipación social. Incluso, las obras de Ibsen ofrecidas en teatros burgueses eran reseñadas en los medios libertarios, ya que se consideraba lógico el éxito de la obra del noruego, al igual que lo es la imposición de una verdad científica.

Se consideraba que un teatro sociológico ayudaba también a comprender el progreso científico y lógico de la sociedad hacia una organización más perfecta. Es por eso que tanto gustaba Ibsen, tal y como publicó Teatro social: «ha despertado inteligencias, ha emancipado, ha hecho más: ha creado un teatro sociológico», Ibsen dejaba al espectador «el campo libre del dogmatismo para que pueda representar a su antojo el proceso evolutivo de la sociedad futura». Tal y como sostiene Litvak, esta actitud científica de los libertarios no les hace subordinarse al naturalismo, a la reproducción fotográfica y verídica del mundo, ni caer en un rígido realismo. Aunque los anarquistas se consideraban a sí mismo realistas, en su labor existe siempre un propósito social, un deseo de expresar el ideal subyacente en la realidad.

Capi Vidal

http://acracia.org/

De histéricas a hipersexuales: enfermedades femeninas que nunca lo fueron

A lo largo de la historia a las mujeres se les han sobrediagnosticado dolencias y síndromes ya descartados, principalmente psiquiátricos, desde la histeria a la ninfomanía. Este retrato distorsionado, que vivió una edad de oro en el siglo XIX, se ha cuestionado en las últimas décadas por la comunidad investigadora.

Beatriz de Vera / Agencia SINC

Imagen de una paciente diagnosticada con histeria en el hospital La Salpêtrière de París. / Foto: Wikimedia Commons

“Nacida débil y sensible, la mujer, esta fiel compañera del hombre, merece el más vivo interés y presenta un vasto campo a las meditaciones de filósofos y médicos”. Así arranca el Tratado completo de las enfermedades de las mujeres, un texto de 1844 que pretende ser una puesta al día de todo lo conocido por la medicina sobre las mujeres hasta la fecha.

El ‘sexo bello’ o el ‘ángel del hogar’ fueron nombres usados por algunos científicos del siglo XIX, que apuntalaron en el imaginario colectivo la noción de ‘sexo débil’ para referirse a las mujeres. “Las modificaciones físicas que constituyen las bellezas de la mujer están en razón inversa de las que constituyen las del hombre. Las facciones de su rostro tienen unas proporciones finas y agradables, sus pies son más pequeños y manos delicadas, sus brazos, muslos y piernas son más gruesos, los músculos de todos sus miembros están dulcemente demarcados con líneas ondulantes”, escribe el médico Baltasar de Viguera en La fisiología y patología de la mujer (1827).

Para De Viguera, que relataba con profusión la sensibilidad y delicadeza en formas, sentidos y carácter de las mujeres, sus cualidades tenían que ver con “los órganos de la matriz”. “Esta prodigiosa esfera de la perpetuidad de la especie es la que determina los atributos del bello sexo, la que preside todas sus funciones, la que desarrolla las modificaciones de su instinto, en fin, la que manda e influye imperiosamente en sus pasiones, gustos, apetitos, ideas, propiedades e inclinaciones”.

Esta concepción del aparato reproductor femenino avaló desigualdades, entre otras, la que impedía a las mujeres acceder a los estudios superiores: “La teoría de conservación de la energía sirvió para que algunos se opusieran a la educación de las mujeres, pues el esfuerzo que habrían de dedicar a su instrucción les quitaría una energía necesaria para el funcionamiento correcto de sus funciones menstruales y reproductivas; eso impediría su finalidad primordial, ser madres”, cuentan en Las mentiras científicas sobre las mujeres S. García Dauder y Eulalia Pérez Sedeño.

Al útero se le culpa desde el antiguo Egipto: entonces, se decía que el órgano se desplazaba dentro del cuerpo de la mujer causando todo tipo de afecciones. Después, se han sucedido teorías más o menos elaboradas que relacionan el útero con enfermedades o comportamientos indóciles de las mujeres. La palabra histeria, enfermedad del útero (hystera, en griego), acompañó estos diagnósticos y tuvo una nueva edad de oro en el siglo XIX. LEER MÁS.

FUENTE: PIKARA MAGAZINE

Cuando los discursos de maternidad se borran de la historia

En este artículo quiero poner algunos ejemplos que, si bien no pretenden ser representativos del feminismo de una época, pueden ser una pequeña muestra de voces feministas que ya en aquellos tiempos hablaban de maternidades. Durante el siglo XIX y XX, la maternidad atravesaba a muchas mujeres y la lucha por la supervivencia y la protección de sus hijos e hijas era frecuente en la vida de las activistas, sobre todo en una época donde la ley era paterna. Por ejemplo, la feminista francesa de principios del siglo XIX Flora Tristán decidió separarse de su marido llevándose a sus dos hijos y embarazada de su hija (al poco tiempo murió su hijo mayor). El marido la persiguió y acosó durante años hasta que consiguió llevarse a su hijo, pero siguió acosándola e intentando llevarse a su hija (a la que ni conocía). Al final, la justicia también le quitó la hija, que se escapaba para ver a su madre continuamente, como explica Evelyne Bloch-Dano en su biografía. Poco después, el padre fue arrestado por abusar sexualmente de su hija. A pesar de ello, sigue manteniendo la custodia del hijo y persiguiendo a Tristán, persecución que solo acaba cuando el marido intenta matarla de un disparo y va a prisión. En esta época los hijos e hijas eran propiedad del padre, y no podían marchar de casa sin su consentimiento. De hecho, posteriormente, en la Declaración de Séneca Falls (Nueva York, 1848), primera convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos, se hizo una crítica al poder de los padres hacia sus hijos e hijas: “Él ha dispuesto las leyes del divorcio de tal manera que no se tiene en cuenta la felicidad de la mujer, tanto a sus razones verdaderas y, en caso de separación, respecto a la designación de quién debe ejercer la custodia de los hijos, como en que la ley supone, en todos los casos, la supremacía del hombre y deja el poder en sus manos”. LEER MÁS

fuente: Pikara Magazine

EMMA GOLDMAN: VOLTAIRINE DE CLEYRE (1990) – HEINER MICHAEL BECKER

Feminista, oradora de talento, traductora, escritora… la otra gran dama del anarquismo estadounidense es, sin embargo, muy diferente a Emma. Sus orígenes y su formación intelectual, su temperamento y su personalidad, contrastan fuertemente.

La primera vez que la vi -la mujer anarquista más dotada y brillante que ha producido América- fue en Filadelfia, en agosto de 1893. Había ido a esa ciudad para hablar a los desempleados durante la gran crisis de ese año, y estaba ansiosa por conocer a Voltairine: en Nueva York me habían hablado de su excepcional capacidad oratoria. La encontré en la cama, enferma, con la cabeza llena de hielo y la cara desfigurada por el dolor.

Me enteré de que esta situación se repetía después de cada una de las apariciones públicas de Voltairine: permanecía en cama durante varios días (…). La siguiente reunión tuvo lugar en la penitenciaría de Blackwell’s Island. Había venido a Nueva York por su discurso magistral.

En defensa de Emma Goldman y la libertad de expresión [1], y me visitó en la cárcel. Desde entonces y hasta su muerte, nuestras vidas y esfuerzos por la causa se unieron a menudo, a veces en armonía y otras en oposición… [2]

Se trata de una descripción un tanto idealizada de una relación que, en realidad, no era muy armoniosa: estas dos mujeres tenían un carácter y un temperamento demasiado diferentes. Voltairine de Cleyre era anarquista y feminista como Goldman, y al igual que ésta, una ardiente agitadora; pero a diferencia de Emma, nunca le gustó el público en general y siempre mantuvo las distancias. Era atea y librepensadora pero, al mismo tiempo, poseía una naturaleza profundamente religiosa. A pesar de su comprensión pragmática de la teoría y la práctica anarquistas, seguía siendo en el fondo una fanática con un temperamento sectario, ascético, abnegado e incluso puritano, comparable a los herejes religiosos del pasado. [3] LEER MÁS.

fuente: https://libertamen.wordpress.com/2022/06/20/breve-biografia-de-voltairine-de-cleyre-1990-heiner-michael-becker/

LOUISE MICHEL: FEMINISTA Y ANARQUISTA

La conmemoración del 150 aniversario de la Comuna de París trae a la memoria, en este pandémico 2021, a una mujer poco conocida hoy: Louise Michel. Una mujer fundamental en la genealogía anarquista y feminista de la que procedemos todas aquellas que seguimos sintiéndonos cómodas con la denominación de anarcofeministas en el siglo XXI. Leer más

ACRACIA

Cuaderno de Formación Libertaria nº 7: «Cómo organizar una agrupación ‘Mujeres Libres'», Mujeres Libres

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EL «MANIFIESTO ANARCAFEMINISTA» DE CHIARA BOTTICI (LAURA VICENTE: MI LECTURA PERSONAL)

La lectura de este Manifiesto de Chiara Bottici [1], a finales de 2021, fue un golpe de aire fresco en el panorama del feminismo anarquista falto de ideas, ya no digamos de construcción de movimiento social, en este país. No minusvaloro, ni mucho menos, todos los esfuerzos que se hacen por construir una propuesta feminista desde el anarquismo, todo es útil y, mucho más, en estos tiempos. Sin embargo, tenemos que reconocer lo difícil y lento que es ponerlo en marcha: unas veces por falta de ideas, otras porque el activismo en otros campos deja poco tiempo a la creación de grupos anarco(a)feministas sólidos y con continuidad en el tiempo y, por último, muchas veces porque los enfrentamientos dominan el espacio feminista y anarquista y se pierde tiempo y energías en ellos.

Además de la lectura del Manifiesto, asistí en Barcelona (el 7 de marzo de 2022) a la conferencia en la que la autora sintetizó sus ideas que explica en un libro [2] que acaba de salir y en cuya lectura ando enfrascada en estos días.


¿Por qué un Manifiesto? La necesidad de un Manifiesto aquí y ahora viene dada por la existencia de cuerpos generizados que son explotados y dominados en todo el mundo, no porque se plantee como un plan que pueda darse de una vez por todas y aplicarse en todos los contextos. Esto último entraría en flagrante contradicción con el anarquismo que impregna este Manifiesto y que debe ser abierto y en constante desarrollo, tal y como plantea la autora. LEER MÁS

LAURA VICENTE / ACRACIA